
La reciente decisión de FIDE de permitir la participación de un equipo ruso en el Campeonato Mundial Femenino por Equipos 2025 ha generado una fuerte controversia en el mundo del ajedrez. El anuncio se realizó tras una reunión virtual del Consejo de FIDE el 18 de julio, donde se aprobó que las jugadoras rusas competirán bajo la bandera de FIDE, sin símbolos nacionales, siguiendo una política similar a la adoptada por otras federaciones deportivas internacionales. Esta medida se enmarca en una resolución previa que permitía la participación de equipos neutrales de grupos vulnerables, como menores y personas con discapacidad.
Sin embargo, la decisión ha sido duramente criticada por la Federación Ucraniana de Ajedrez y la Unión Europea de Ajedrez (ECU), quienes consideran que contradice las resoluciones tomadas en la Asamblea General de FIDE en 2024, donde se rechazó levantar las sanciones contra Rusia y Bielorrusia. La ECU denunció además la falta de transparencia, señalando que el tema no estaba en la agenda oficial del Consejo y que se conoció solo después de ser difundido por medios estatales rusos. Para muchos, esta acción representa una ruptura con el compromiso ético que FIDE había asumido tras la invasión rusa a Ucrania.
La Federación Ucraniana fue especialmente contundente, acusando a FIDE de complicidad y recordando que más de 600 atletas y entrenadores ucranianos han muerto como consecuencia del conflicto armado. También se cuestionó la independencia de FIDE, dado que su presidente, Arkady Dvorkovich, es un exfuncionario del gobierno ruso. La federación ucraniana apeló al Comité Olímpico Internacional (COI) para que rechace la participación del equipo ruso, argumentando que permitir su presencia, incluso bajo estatus neutral, es una forma de legitimar la agresión.
Este episodio ha reabierto el debate sobre el papel del deporte en contextos geopolíticos y éticos. Mientras algunos defienden la inclusión como vía de diálogo, otros sostienen que el ajedrez, como deporte de honor y estrategia, no puede desligarse de los valores que representa. La polémica decisión de FIDE no solo pone en tela de juicio su liderazgo, sino que también plantea interrogantes sobre el futuro de las competencias internacionales en tiempos de conflicto. ¿Puede el ajedrez mantenerse neutral cuando la realidad exige tomar postura?